Guillemo Carey tenía 16 años cuando comenzó a trabajar como zapatero. Desde esa edad también comenzó a predicar a Jesús en su iglesia bautista. Amante de la geografía comenzó a interesarse por Asia, sobre todo porque se dio cuenta de la necesidad de llevar el evangelio a ese continente poco evangelizado en el siglo IXX.
En una ocasión propuso a su iglesia que organizaran un equipo misionero para ir a evangelizar a los países de Asia, sin embargo nadie le hizo caso.
Él, por su parte, colgó un mapa de Asia y mientras cocía zapatos oraba intensamente por cada uno de esos países.
Para no hacerte larga la historia, consiguió un boleto de barco para ir a la india y lo puso a disposición de alguien en la iglesia que quisiera ir a evangelizar allí. La respuesta fue poca alentadora, nadie quiso tomar el boleto e ir.
Así las cosas, decidió ir él. En su iglesia le advirtieron que no le reunirían una ofrenda para comprar un boleto de regreso, así que su viaje sería de ida sin regreso, a lo que él aceptó fervientemente.
Cuando llegó a la India comenzó a aprender los idiomas y dialectos que allí se hablan y a predicar. Todo apuntaba a que su ministerio minsionero no era exitoso pues pasados 7 años aun no se había convertido nadie. A parte de eso un hijo se le murió por una enfermedad que contrajo en ese país; y aun si esto fuera poco, su esposa comenzó a dar muestras de problemas mentales y terminó muriendo.
A pesar de todo esto él continuó predicando y también traduciendo la biblia a los idiomas y dialectos de la India. Pasados varios años la gente comenzó a rendirse a Cristo y también comenzó a aprender la lectura, ya que antes de Carey nadie se había interesado en ese lugar de llevar la imprenta. Por ello el aporte de Carey a esa nación es tan importante que el libro de texto que se usó durante muchos años en las escuelas fue la Biblia.
La historia de Guillermo Carey, a grandes rasgos contada acá, nos lleva a la reflexión de que muy pocos de nosotros tenemos un fuego en el corazón para predicar a Cristo. Somos como los de la iglesia de él, decimos que eso les toca a los evangelistas, predicadores y misioneros, pero... ¡LA GRAN COMISIÓN DEBEMOS HACERLA TODOS LOS CREYENTES!
Es probable que no podamos viajar a otros países a evangelizar, pero sí podemos ser misioneros en nuestras universidades, en nuestras oficinas, en la fila de un banco, en el autobus... en todo lugar donde haya un ser humano condenado al castigo eterno, podemos llevarle la esperanza que Cristo ofrece a todo el que cree.
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