sábado, 25 de febrero de 2012

Amor inmerecido

Una bella princesa estaba buscando esposo. Nobles y ricos pretendientes llegaban de todas partes con maravillosos regalos: joyas, tierras, ejércitos, tronos... Entre los candidatos se encontraba un joven plebeyo que no tenía más riqueza que el amor y la perseverancia.

Cuando le llegó el momento de hablar, dijo:
-Princesa, te he amado toda la vida. Como soy un hombre pobre y no tengo tesoros para darte, te ofrezco mi sacrificio como prueba de amor. Estaré cien días sentado bajo tu ventana, sin más alimentos que la lluvia y sin más ropas que las que llevo puestas. Esta será mi dote.

La princesa, conmovida por semejante gesto de amor, decidió aceptar:

-Tendrás tu oportunidad: si pasas esa prueba me desposarás.

Así pasaron las horas y los días. El pretendiente permaneció afuera del palacio, soportando el sol, los vientos, la nieve y las noches heladas. Sin pestañear, con la vista fija en el balcón de su amada, el valiente súbdito siguió firme en su empeño sin desfallecer un momento.

De vez en cuando la cortina de la ventana real dejaba traslucir la esbelta figura de la princesa, que con un noble gesto y una sonrisa aprobaba la faena. Todo iba a las mil maravillas, se hicieron apuestas y algunos optimistas comenzaron a planear los festejos.

Al llegar el día 99, los pobladores de la zona salieron a animar al próximo monarca. Todo era alegría y jolgorio, pero cuando faltaba una hora para cumplirse el plazo, ante la mirada atónita de los asistentes y la perplejidad de la princesa, el joven se levantó y, sin dar explicación alguna, se alejó lentamente del lugar dónde había permanecido cien días.

Unas semanas después, mientras deambulaba por un solitario camino, un niño de la comarca lo alcanzó y le preguntó a quemarropa: -¿Qué te ocurrió? Estabas a un paso de lograr la meta, ¿Por qué perdiste esa oportunidad? ¿Por qué te retiraste?

Con profunda consternación y lágrimas mal disimuladas. El plebeyo contestó en voz baja: -La princesa no me ahorró ni un día de sufrimiento, ni siquiera una hora. No merecía mi amor.

Cuando estamos dispuestos a dar lo mejor de nosotros mismos como prueba de afecto o lealtad, incluso a riesgo de perder nuestra dignidad, merecemos al menos una palabra de comprensión o estímulo. Las personas tienen que hacerse merecedoras del amor que se les ofrece.

martes, 7 de febrero de 2012

La determinación de Probius

Allá por el año 250 d.C en Roma, fue encarcelado Probius por profesar creer en Jesús. Antes de ser encarcelado fue latigado tan severamente hasta que la sangre corrió. Y no suficiente con haberlo latigado al principio, pasado un tiempo lo sacaron de prisión para volverlo a torturar si no ofrecía sacrificio a los dioses paganos. Probius determinó en su corazón no ofrecer sacrificio y al contrario dijo:

"Ahora estoy mejor preparado que antes, porque hasta lo que ahora he sufrido me ha afirmado aun más en mi resolución. Usen todo su poder en mi contra y verán que ni ustedes, ni el emperador, ni los dioses a quienes sirven, ni el mismo diablo quien es su padre, me podrán obligar a adorar ídolos".

Según los historiadores, Probius fue regresado a la prisión, pero no pasado mucho tiempo lo mataron a filo de espada.

Sin duda que esta es una de esas historias que nos estremecen y desafían. Nos hacen preguntarnos a nosotros mismos qué tan determinados estamos por seguir a Jesús. Con razón decía C.S. Lewis (uno de mis autores favoritos):

"En realidad nunca podrás saber cuánto crees en algo, hasta que su verdad o su mentira se convierten en un asunto de vida o muerte para ti".

Espero que mañana, faltando 10 PARA LAS 9, nos volvamos a encontrar en el 99.3FM y así conversar sobre una nueva historia de aquellos que, como Probius, nunca negaron a Jesús. Y cuyas historias debemos recordarlas para no dejar morir la memoria de ellos y así aprender de ellos que la fe en Jesús no es un juego religioso, sino una convicción que nos lleva a negarlo todo pero a él no.

viernes, 3 de febrero de 2012

Las depresiones de Spurgeon

Charles Haddon Spourgeon (de procedencia inglesa, vivió allá por el siglo XIX), mejor conocido como el príncipe de los predicadores, tenía un severo problema. Y es que sufría constantemente de depresiones que lo metían a su cueva de tristeza y frustación.

Resulta ser que este gran siervo de Dios a los 20 años de edad ya había predicado 600 sermones, tenía una biblioteca personal de al menos 12mil libros y se leía 6 libros por semana para tener conocimiento sobre el tema que el domingo predicaría. Sus sermones eran tan impactantes que desde todas partes del mundo venían a su iglesia para escucharlo, pues Dios lo respaldaba de una manera inimaginable. Durante sus cincuenta años de ministerio escribió 140 libros, muchos de los cuales fueron traducidos a muchos idiomas.

Durante esos cincuenta años de ministerio, los historiadores dicen que al menos cayó en depresión unas 49 veces.

Eso nos demuestra que aun los más respaldados por Dios pueden caer en las garras de la tristeza y depresión.

Para quienes gustan de una base bíblica, podemos observar al mismo Elías cuando fue amenazado por Jezabel y el huyó a una cueva sin ganas de vivir más.

No es pecado estar tristes, ni deprimidos por algo que nos hicieron o que nos dijeron. Al contrario, es una buena oportunidad de encontrar la fortaleza del Señor para levantarse y seguir adelante, como lo hizo Elías. De esa manera maduraremos un poco más y seremos más fuertes en caracter.

¡ÁNIMO A TI QUE TE SIENTES TRISTE Y DEPRIMIDO! Hasta los grandes de Dios se van a la cueva de la tristeza, pero tú debes tomar el ejemplo de Elías, fortalecerte en el Señor y continuar porque largo camino te resta aún.

¡DIOS ESTÁ CONTIGO!

jueves, 2 de febrero de 2012

SU ÚLTIMA ORACIÓN

Los soldados comunistas descubrieron el estudio bíblico ilegal.

Mientras el pastor leía la Biblia, el soldado le exigió: "Dame esa biblia".

Cuando la tuvo en sus manos, la tiró al suelo y dijo: "Nadie va a salir de aquí, hasta que escupan sobre esta biblia".

El soldado apunto con su rifle a un hombre y le dijo: "Ven a escupir y quedarás libre". El hombre se acercó, escupió y le dejaron salir.

El soldado apuntó a otro hombre y le dijo lo mismo, a lo que él se acercó y arrodillado oró: "Dios, perdóname". Se puso en pie, escupió y lo dejaron salir.

El soldado prosiguió y señalando a una niña de 16 años, la llamó y le dijo: "Ahora te toca a ti". La niña se acercó, se arrodilló y limpió la biblia con su vestido.

Luego de limpiarla exclamó: "¿Qué te han hecho biblia?, Padre perdónalos porque no saben lo que hacen".

Apuntándole a la cabeza, el soldado comunista apretó el gatillo y acabó con la vida de la niña.

Esta historia solo me hace estremecerme dentro de mi y decir: -Yo soy tan malo que niego a Jesús con mis palabras, mi vista, mis oídos, mis intenciones... en fin, con casi todo lo que hago, pero esta niña a costa de su propia vida no negó su fe-.

¡Qué avergonzados deberíamos sentirnos al conocer estas historias, pues somos tan pecadores y desagradecidos con el señor!

Espero que mañana nuevamente faltando 10 para las 9 volvamos a encontrarnos y conversar sobre otra nueva historia a través del 99.3FM